Habana 500: «La solución es la gente»

    Para celebrar el 500 Aniversario de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, el gobierno cubano puso en marcha una campaña divida en tres etapas. La primera se extendió desde junio hasta noviembre de 2018, bajo el eslogan «Real y Maravillosa»; la segunda, bajo el eslogan «Lo más grande», culminó oficialmente este 16 de noviembre, fecha del esperado onomástico; la tercera se supone que ha arrancado ya, una vez cumplido el medio milenio.

    Tatiana Rivera, vicepresidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, durante la presentación de la campaña, a finales de junio de 2018, explicó que la misma busca «promover la participación y el compromiso de todo el pueblo de aportar desde su radio de acción, en aras de la calidad de vida de la población, de la limpieza e higiene de los barrios, del desarrollo de la ciudad». Simultáneamente, aseveró, marcharía un plan gubernamental orientado a solucionar diversos problemas de la capital cubana, entre los cuales destacó los asociados a la vivienda.

    Según datos de finales de 2016, Cuba enfrenta un déficit de unas 883 mil viviendas, y La Habana, con más de dos millones de habitantes, es la provincia en situación más crítica. Su déficit de viviendas asciende a casi 207 mil.

    A finales de 2015, un año después de su proclamación como «ciudad maravilla» por la fundación suiza New7Wonders, en la capital cubana se reportaban más de 34 mil familias con anuencia de albergue, lo cual significaba que esas familias residían en inmuebles declarados inhabitables por su alto grado de deterioro. Sin embargo, la prioridad en la campaña conmemorativa, hasta ahora, no parece ser el problema de la vivienda.

    Eusebio Leal, historiador de La Habana, expresaba en abril de 2018: «Esperamos con laboriosa paciencia el año 2019, en la certeza de que acontecerá una regeneración de la ciudad, un deseo comúnmente compartido de restañar heridas, dar brillo a los monumentos, devolver el agua a las fuentes, las flores a los jardines, expresándose de esta manera la recta voluntad del Estado».

    Por su parte, Luis Carlos Góngora, vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial, quien se encuentra al frente de las labores por el 500 Aniversario informó, en una entrevista con la Agencia Cubana de Noticias, que los 25 programas vinculados a la celebración comprenderían obras de la Oficina del Historiador de la Ciudad, acciones constructivas diversas en municipios —que partirían de demandas de las poblaciones, como las que tienen que ver con el estado de consultorios médicos, bodegas y cafeterías—, recuperación de viales, mejoramiento de los servicios comunales y fortalecimiento de la red de transporte público.

    Entre los lugares emblemáticos que Góngora dijo que iban a ser objeto de reparación o mantenimiento se hallaban el Capitolio, la Estación Central de Ferrocarriles, el Mercado de Cuatro Caminos, los Jardines de la Tropical, la Finca de los Monos, el Cementerio Cristóbal Colón, el Hospital Clínico Quirúrgico Docente «General Calixto García» y la Avenida del Puerto con la Terminal de Cruceros. Pero, sobre la vivienda, sus declaraciones no fueron muy entusiastas. Precisó que las acciones serían «discretas», si se comparaban con las necesidades de los territorios.

    Para Yoandy Rizo Fiallo, arquitecto independiente y artista visual de 36 años, «La Habana está llena de energía contenida, son 500 años de historia que se traducen en mucha información y materia prima para generar proyectos»; sin embargo, considera que «el 500 Aniversario de la ciudad se ha quedado en propaganda más que en acción».

    Rizo Fiallo trabajó durante cinco años —desde 2006 hasta 2011— como profesor en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Tecnológica de La Habana «José Antonio Echeverría» y desde 2010 labora como arquitecto de manera independiente. Su trayectoria en las artes visuales, siempre desde la arquitectura, comenzó en 2013. Hasta el momento ha participado en dos exposiciones. La primera (Horizonte a la deriva: Arte Cubano y Arquitectura) tuvo lugar en el Omi International Arts Center, en Nueva York, mientras que la segunda (Entre fronteras: una intervención arquitectónica) fue acogida en 2014 por el también neoyorquino Queens Museum of Arts.

    Su visión de La Habana es la visión de un ciudadano que la habita y la construye desde la alternatividad, pensando no solo en todo lo que es, sino, especialmente, en lo que podría ser.

    «Yo creo que no importa si es el 500, el 501 o el 502», dice Rizo Fiallo. «Tenemos que ir a recuperar lo que es la ciudad. Ahora, ¿cómo se recupera la ciudad? ¿Cuál es el ADN de la ciudad? ¿Quién creó la ciudad? La ciudad la creó la gente; el mediano y el pequeño empresario. Todos saben de ciudad y todos hacen ciudad. Los arquitectos, más en este país, somos los que menos ciudad hacemos. El gobierno regula, organiza, controla, pero es la economía local, la economía de las personas, la que hace la ciudad, la que va invirtiendo en la vivienda, que es la célula fundamental de la ciudad.

    »La Habana, deteriorada, sucia, rota, olvidada, vale más que muchas ciudades del mundo hoy; por tanto, no debería haber espacio para lo que está sucediendo ahora mismo, que es la falta de identidad. Te explico esto porque es la razón por la que se hace un edificio nuevo, estatal o particular, y se hace mal o con mal gusto. Y se hace con mal gusto porque se copia de Cancún o de Miami.

    »También, cuando alguien va por la calle y tira basura es por un problema de identidad. Nadie tira basura en la sala de su casa, porque es la sala de su casa. No es una responsabilidad solo gubernamental. Cuando hay identidad, cuando hay amor por el lugar donde se vive, el gobierno no tiene ni que intervenir».

    Periodista: Hay quienes asocian esa falta de identidad con la cantidad de inmigrantes de otras provincias que residen en La Habana.

    Arq. Rizo Fiallo: El tema de la identidad es un poco más amplio que ser o no habanero. Tiene que ver con ser cubano, con saber quiénes somos, con la cultura y también con el entorno. Uno se identifica con los entornos agradables. La Habana no es la más cosmopolita de las ciudades del mundo, y en muchas ciudades cosmopolitas la gente respeta. Te pongo un ejemplo: nadie llega a un hotel que es agradable, bonito, y se pone a gritar. Todo el mundo de manera natural modera su comportamiento. Es lo mismo que si llegas a una ciudad que está limpia, organizada, controlada: la gente modera su comportamiento.

    P: Entre tantas ciudades magníficas en el mundo, algunas con miles de años de historia, y además modernas, ¿qué es lo que distinguiría a La Habana?

    RF: La Habana es una especie de Pompeya1 de la Historia, en el sentido de que las limitaciones económicas, las limitaciones políticas, han hecho que se conserve, a pesar del poco mantenimiento y casi ninguna inversión. Pero sí es verdad que en los últimos años las nuevas inserciones, que son muy necesarias para la economía, no han sido tan acertadas desde el punto de vista de la arquitectura y del respeto a la ciudad, porque se han copiado ejemplos extranjeros.

    Tenemos que tener mucho cuidado con esto, porque si las disposiciones que regulan el desarrollo de la ciudad se eliminan, y de repente vienen ríos de capital a invertir, la garantía de que esos ríos de capital sean respetuosos con la ciudad es nula. El capital fuerte, el capital agresivo, va a borrar Centro Habana, muchas áreas de La Habana Vieja y El Vedado, y va a borrar mucho de la periferia, porque sencillamente a las personas que tienen ese capital lo que les interesa es el valor del terreno, el valor de la propiedad, no el valor local. No queremos convertir La Habana en Dubai. La única manera de evitar eso es que la gente entienda el valor de la ciudad y que la ciudad pueda sobrevivir y no se caiga.

    P: Cuando mencionabas las nuevas inserciones que ha habido en los últimos años, ¿te referías a las construcciones de los negocios privados?

    RF: No, me refería a los grandes edificios, a los hoteles, a las inversiones que realmente pueden cambiar la ciudad.

    P: Su fisonomía.

    RF: La fisonomía de la ciudad. Este boom que ha habido de construcciones, que se dice boom por decir algo, porque comparado con otras ciudades del mundo es mínimo, no ha sido tan acertado desde el punto de vista histórico, desde el punto de vista de lo que es la ciudad.

    P: ¿Habla de los hoteles que se están construyendo en la línea de Malecón, por ejemplo?

    RF: Muchos de esos hoteles no son ni siquiera hechos por arquitectos cubanos. No quiero decir que solo arquitectos cubanos puedan construir en Cuba. Cuba tiene que abrirse al mundo, pero también hay que darles oportunidad a los arquitectos cubanos. Hay bastante insatisfacción en este sector profesional con respecto a estas nuevas inversiones a las cuales el arquitecto promedio no tiene acceso, porque no se hacen concursos. De modo que se pierde la oportunidad de competir, de participar… Puede ser que te equivoques, pero tener la oportunidad de equivocarte creo que es importante.

    Obviamente, una de las cosas más geniales que ha tenido La Habana ha sido la restauración que ha impulsado Eusebio Leal, pero esta ha sido insuficiente. La Habana es mucho más que la Habana Vieja. ¿Qué pasa con Centro Habana, con Plaza de la Revolución, con Playa?

    P: Y el municipio La Habana Vieja es mucho más que la zona rehabilitada hasta el momento. El barrio Jesús María, por ejemplo, es parte de La Habana Vieja y no ha recibido las mismas atenciones que otras partes del Centro Histórico.

    RF: Exactamente. Entonces, basado en eso es que yo digo que la solución es la gente. Ahora, ¿cómo la gente se convierte en una solución? La única manera es utilizar lo maravilloso que tenemos: historia y cultura. La gente sabe hacer las cosas, quiere hacer las cosas, lo que hay es que empoderarla con conocimientos, herramientas y oportunidades. Oportunidades de financiamiento, de negocios, que permitan reparar las viviendas e intervenir los entornos. Mientras lo haga el gobierno, con esfuerzos titánicos, que se reconocen, esos esfuerzos se van a quedar en un sector privilegiado de la sociedad.

    Cuando la comunidad incide sobre la cuadra, sobre el barrio, la comunidad entonces genera identidad. Y yo conozco experiencias magníficas en que los vecinos pintan la cuadra, recogen la cuadra, no como parte de un «trabajo voluntario» o una indicación del gobierno, que muchas veces se cumplen de mala gana, sino porque sencillamente entienden que su casa y su comunidad tienen que estar bonitas.

    Si tú rentas tu casa, pero la cuadra está horrorosa, tu negocio no va a vender igual que si la cuadra fuera muy pintoresca. Una calle pintoresca, que tenga valores, ayuda a que los negocios que estén allí valgan más y generen mejor economía. Y si alguien en esa cuadra quiere vender su propiedad, le será más fácil vender con la cuadra en buen estado. La pregunta es: ¿pueden los vecinos de una cuadra invertir en su cuadra? ¿Pueden comprar luminarias, vegetación, árboles, reparar las aceras y poner adoquines en la calle? ¿Quieren? Sí quieren. Conozco muchos ejemplos de vecinos que quieren cambiar su cuadra. ¿Pueden? Ahí es donde están los dilemas que quedan por resolver. Las personas sí pueden generar su propia economía, porque tienen interés, lo que pasa es que hay que dejar que actúen sobre la comunidad.

    P: ¿Y que actúen también sobre las propiedades que son consideradas Patrimonio Cultural de la Nación?

    RF: Cuando yo digo permitir, no me refiero al libertinaje. Hay que permitir con orden, con regulación. Yo soy defensor de las comisiones que regulan lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer en la ciudad. De lo que no soy defensor es de la inmovilidad, de los edificios que están abandonados, de las parcelas vacías, de las casas que se están cayendo porque no existen mecanismos eficientes para que se puedan restaurar. No soy defensor de nada de eso. Pero tiene que haber un equilibrio entre la libertad de acción y la regulación de las acciones. La regulación no debe ser demasiado estricta, porque entonces nadie se mueve, como tampoco debe ser débil, porque entonces se pierden valores. Tenemos 500 años de ciudad y no estoy seguro de que la ciudad que tenemos hoy es mejor que la que teníamos hace 100.

    P: ¿Hace 100 años?

    RF: Hace 100 años. La ciudad del aniversario 400 creo que era mejor que la que tenemos hoy, porque había más identidad. Creo, no lo sé.

    P: ¿Por qué lo crees?

    RF: A la ciudad no se le ha ampliado un solo metro más de malecón en los últimos 60 años. No ha tenido nuevas urbanizaciones destacables, que te permitan decir que se hizo un trabajo consciente y agradable de adición a la ciudad. La gran masa de edificios se ha deteriorado más de lo que ha mejorado. Centro Habana se está cayendo a pedazos. Pero, repito, es una responsabilidad de todos rescatar la ciudad. No solo porque es donde vivimos, porque es básicamente la que nos soporta, soporta nuestra vida, sino porque si se rescata La Habana y La Habana se convierte en lo que puede llegar a ser La Habana, tendrá mucho más valor económico. En un mundo donde las cosas son cada vez más ficticias, una ciudad histórica tiene mucho más valor económico.

    El petróleo de Cuba es el turismo. Hay muchos países que tienen reservas increíbles de petróleo; nosotros tenemos La Habana como garantía de que Cuba va a seguir siendo un atractivo para el resto del mundo. Por tanto, estamos obligados, ya no solo por un problema de estética sino por un problema de supervivencia, a restaurar y rescatar La Habana. La clave es cómo se hace. ¿Con esfuerzos increíbles del gobierno o como se creó La Habana, persona a persona, negocio a negocio, casa a casa?

    P: Está claro que La Habana es responsabilidad de todos, porque a todos nos interesa que funcione y presente su mejor versión, pero ¿cuáles son las posibilidades reales que tienen los ciudadanos de asumir esa responsabilidad y transformar la ciudad en una oferta turística superior y, sobre todo, en un mejor sitio para habitar?

    RF: En los últimos diez años, desde que se han permitido los negocios privados de una manera más abierta, la ciudad ha cambiado, a ese nivel al que me refiero. Ahora puedes llegar a Marianao y encontrar que una casa colonial se está restaurando para ser alquilada o para ser un restaurante, porque las personas han entendido que conservar la casa vale más, es mejor para el negocio, que demolerla y hacerla nueva o que hacer una intervención no acorde con su arquitectura.

    No es un secreto que mucha de la inversión del sector cuentapropista ha venido vía extranjeros, porque el gobierno no ha intervenido, no ha puesto un centavo, en muchas de las restauraciones que se han hecho. Todo lo contrario, se ha beneficiado, porque los materiales se compran aquí, la fuerza empleadora es de aquí, por tanto, hay una relación simbiótica entre los negocios particulares y el gobierno. ¿Que es insuficiente? Sí, es insuficiente, porque para que esos negocios privados puedan restaurar, puedan mejorar esos edificios, necesitan acceso a financiación —y me refiero a préstamos bancarios reales, de sumas considerables—, pero lo más importante es el acceso legal a materiales y herramientas.

    Hemos avanzado muchísimo, pero todavía un gran porciento de los materiales no es comprado en las tiendas [del Estado] y los que son comprados en las tiendas son de baja calidad y muchas veces no se ajustan a lo que necesita la obra. Un contratista debería poder importar, contratar la importación de los materiales que necesita para sus obras: cristal, metal… materiales industriales, sobre todo, que es lo que más falta aquí. Mientras eso no suceda, sucede lo que es inevitable, el robo.

    P: Se acude al mercado negro para la compra de materiales.

    RF: ¿Y qué es lo que pasa con el mercado negro? El mercado negro, primero, compromete. Ensucia una obra tan noble como la de construir la ciudad. Mancha de manera inmoral algo tan lindo como hacer arte, el arte de la arquitectura, el arte de la ciudad, y sencillamente se convierten en delincuentes personas que no son delincuentes, personas que solo quieren progresar.

    Hoy hay limitaciones en la aduana para entrar cierta cantidad de bombillos por persona, y eso no tiene sentido alguno, porque en definitiva vas a las tiendas y no los encuentras. Entonces, si no los venden en las tiendan y no los puedes importar y tienes limitaciones de cantidades y contenidos de productos que puedes entrar al país, ¿cuál es la solución? El mercado negro.

    Eso hay que cambiarlo. Y hay que hacer legal y legítima la acción de los profesionales de la construcción. Ya no solo de los arquitectos; los ingenieros también necesitan tener su licencia operativa, para que sean respetados.

    Mientras más rápida y viable sea la inversión, más rápido se capitaliza la ciudad y el país, porque cuando un cubanoamericano de los que se están repatriando, que son muchos, quiere restaurar su casa, ese dinero no lo está sacando de Cuba, lo está trayendo de afuera, y ese dinero ayuda a muchos cubanos a mejorar su economía trabajando, pero también, con los permisos debidos, ayuda a arreglar la ciudad.

    P: En síntesis, dos medidas para dinamizar la restauración de la ciudad serían la liberación de la capacidad de importar materiales2 a quienes emprendan construcciones y el reconocimiento legal de arquitectos e ingenieros que trabajen de manera independiente al Estado.

    RF: La arquitectura es una profesión tan válida como la de albañil o contratista. Lo que no debería ocurrir es que un contratista tenga un marco legal, un respaldo, y un arquitecto no, porque entonces priorizas la figura del contratista, y la del albañil, sobre la del arquitecto. El arquitecto no es mejor que el albañil o el contratista, pero cumple un rol de organización y control. Hay contratistas que tienen buen criterio y hay muchos que no. A muchos lo que les interesa es el metro cuadrado, la acción económica de la construcción, nada más.

    En todo el mundo, el arquitecto es un profesional que gana su dinero y su prestigio a partir de salvaguardar los valores de la arquitectura y de la ciudad. Los ingenieros, que también forman parte de este dilema, son quienes garantizan con su trabajo que la ciudad sea funcional y moderna.

    Quienes hacen la ciudad, te decía, son las personas comunes, pero reguladas por aquellos que saben. Si dejas que todo el mundo haga lo que quiera, la ciudad se convierte en un caos. Las buenas intenciones no bastan. Las buenas intenciones tienen que estar orientadas, alineadas con un espíritu de ciudad.

    A mí me preocupa mucho la situación de municipios como Centro Habana o Diez de Octubre, donde hay edificios muy antiguos, hechos con materiales malos para la época, suficientemente buenos para los estándares que tenemos hoy, pero esos materiales ya dieron todo lo que iban a dar. La Habana no espera. La Habana ha probado ser muy fuerte, y ha resistido mucho, pero no creo que sea invencible.

    P: Con el incremento de la hostilidad del gobierno de Donald Trump hacia Cuba, ¿has percibido una disminución de las inversiones en construcción en La Habana?

    RF: La principal motivación de todas las inversiones en La Habana, según mi opinión, es el turismo, ya sea un restaurante, una casa de alquiler, una peluquería o un spa, y con Donald Trump es obvia la reducción del turismo, y no solo del turismo americano. El mundo está tan globalizado que una mala información puede recorrer el mundo en cuestión de segundos y desacreditar a Cuba como destino turístico y hacer que muchas personas se digan: para qué voy a Cuba si hay ataques sónicos, mejor me voy a Cancún.

    ¿Qué pasa con esto? Que al afectarse el turismo se afectan todos los aspectos de la vida. La ilusión de prosperidad se afecta y las inversiones son como una flor muy delicada: si la riegas, luce exuberante, pero un día dejas de regarla y se marchita. La economía asociada a la arquitectura y las construcciones es muy susceptible a los cambios globales.

    P: Datos de 2015 de la Dirección Provincial de Planificación Física de La Habana señalan que en la ciudad hay unos 150 barrios y focos insalubres. ¿Cuál crees que sea la solución para todos esos asentamientos que se han construido de manera azarosa y desregulada?

    RF: Es una de las situaciones más complejas que hay, no solo ahora, desde hace muchos años. Es un problema que tienen muchas ciudades del Tercer Mundo. Muchos de estos barrios surgen con personas que emigran del Oriente, quienes a menudo sacrifican condiciones de vida sanas y dignas por una promesa de mejor economía. Eso es propio de cualquier emigración. Entonces si no quitas la causa de la emigración, que es la centralización del poder económico en La Habana, si no eliminas la marginalidad económica, nunca vas a quitar esos barrios marginales.

    Las Terrazas, en la actual provincia de Artemisa, es un pueblo que está en medio de las lomas, pero nadie quiere salir del pueblo, porque es un pueblo donde hay oportunidades. Tiene mala comunicación, no es una gran ciudad, pero nadie quiere salir de allí. Pasa lo mismo con Viñales, con Trinidad, que son lugares donde las personas ven alternativas y donde se distribuye un poco mejor el beneficio económico.

    Si los potenciales que tiene el Oriente de la isla, y me refiero ahora a potenciales turísticos, se desarrollan a nivel masivo, Cuba entera puede convertirse en destino turístico. Y para eso hay que desarrollar distintos tipos de turismo, no solo el de sol y playa sino también el rural, el musical, el de naturaleza…, y dar oportunidades a las personas. No puede hacerlo solo el gobierno. Desde que las paladares [restaurantes privados] comenzaron a multiplicarse [a partir de las reformas económicas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro] ha mejorado muchísimo la oferta gastronómica en Cuba, porque cada persona aporta sus ideas, su cultura, su inspiración.

    P: ¿En qué proyectos trabajas ahora?

    RF: Estoy trabajando en proyectos de restauración para repatriados, como casi todos los que trabajan de manera alternativa. Y con esto ha surgido algo interesante: una especie de movimiento con sus pautas y su vida propia. No estoy hablando de un grupo pequeño de arquitectos independientes. Estoy hablando de un grupo bastante importante, de casi cien personas. Nos comunicamos en grupos de WhatsApp y colaboramos con otros emprendedores; nos estamos organizando para tener una identidad y no estar pugnando entre nosotros.

    P: Pero hasta la fecha son una fuerza prácticamente invisible.

    RF: Sí, pero acabamos de iniciar, digamos, una sesión de base en la Unaicc (Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba). Es un tema polémico, pero hemos decidido algo que me parece muy inteligente: vamos a aportar, vamos a sumar, vamos a proponer, porque es la única manera de construir.

    P: ¿Una sección de base?

    RF: Por muchos años hubo rechazo de la Unaicc hacia la actividad de los arquitectos independientes, pero como no tenemos ningún tipo de respaldo legal, porque no tenemos licencia, o tenemos licencias de decoradores, u otras licencias extrañas, y como el tema de agruparnos puede malinterpretarse, hemos decidido agruparnos en la Unaicc. ¿Por qué? Porque necesitamos compartir oportunidades, información, todos los beneficios que te puede dar la comunidad. Entonces ahora estamos en pleno proceso de organización de la actividad del arquitecto independiente, que es el primer paso para que pueda legitimarse.

    Ya no es la época en la que yo me ponía a salvo solo. En este caso estamos intentando ir como grupo hacia la salvación, hacia el respeto de la profesión, no solo de los arquitectos sino también de los ingenieros. Y que esto sirva de ejemplo a otros grupos profesionales que están marginados o menos potenciados por las leyes.

    1 Una porción del antiguo esplendor arquitectónico y artístico de Pompeya se conservó debido al mismo fenómeno que en su día la destruyó (79 d.C.): la erupción del volcán Vesubio, que enterró la urbe bajo una capa de ceniza y otros materiales piroclásticos. (Nota del Editor).

    2 El pasado 15 de octubre, mientras esta entrevista se encontraba en proceso de edición, el gobierno cubano anunció una serie de medidas entre las que se encontraba la autorización a personas naturales para importar productos sin fines comerciales a través de empresas estatales. Se espera que esta medida contribuya en alguna medida a facilitar el acceso a materiales y herramientas para la construcción, pero aún es demasiado pronto para evaluar su posible impacto. Consultado nuevamente al respecto, el entrevistado ha preferido esperar hasta formarse una opinión sobre cómo funcionan, en la práctica, estos mecanismos de importación y su repercusión efectiva en iniciativas no estatales de construcción y restauración de inmuebles.

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