Anthropoplastic: una película hecha en Miami

    Las afecciones del alma, por su parte, presentan además la dificultad

    de si todas ellas son también comunes al cuerpo que posee alma o si,

    por el contrario, hay alguna que sea exclusiva del alma misma.

    Aristóteles, Acerca del alma

    Me gusta la idea: Miami hembra, cine hembra, relato hembra. Un lector hembra para un escritor hembra, un espectador hembra para un director hembra, un actor hembra para un hoyo en la arena hembra, un hoyo profundo, nauseabundo, periódico, bruto, hembra. No femenino ni masculino sino hembra. Un hoyo orgánico, natural. Cuando digo hembra quiero decir Falopio.

    Acequia, aguamala, amnios. Amarga y agria, ambas. Austera y aristotélica. Antropológica. Axila y auxilio. Azúcar blanca. América. Amoníaco. Apellido: Anavitarte. Año: 2020. Ágora: abril. Accidente: Anthropoplastic. El 30 de abril en Instagram un usuario hembra llamado @maliinche publicó el lanzamiento mundial de su primer corto de ficción en la plataforma NoBudge. Una película de ocho minutos y 20 segundos, incluyendo créditos de cortesía.

    La película tiene una sinopsis tan contenida como una gota de almíbar: una joven se enfrenta a cambios sobrenaturales en su cuerpo después de experimentar un momento de conexión con la naturaleza. Pero esa intimidad que en la sinopsis insinúa instante, situación efímera, no es sino la acumulación de un estilo de vida donde ir a sentarse frente al mar, estar ahí sentado frente a lo inmenso, frente a lo infinito, incluso zambullirse en lo infinito, sería la única forma de evasión, el único espacio (cuarto) propio, seguro, después de un día donde la ansiedad y la chatarra son sinónimos.

    Vi Anthropoplastic detrás de Gräns (Border), la película sueca de Ali Abbasi que cuenta una historia de fantasía, según Safari y sus enlaces recomendados de cine. No creía que podría asimilar nada superior a Gräns después de Gräns, ni nada que impactara sobre mis deseos de cine como había impactado Gräns. Manera de afectar y de desactivar zonas o capas de pensamiento basura, pensamiento mágico, pensamiento hembra.

    Fotograma de Anthropoplastic
    Fotograma de Anthropoplastic

    Fue entonces que apareció Anthropoplastic, abriéndose a través de Vimeo en NoBudge, una plataforma en línea de cine independiente que se ocupa, entendí eso, de las producciones emergentes más novedosas, experimentales, libérrimas. Recursos limitados, bajos presupuestos, creatividad contra commerciality. Siguiendo esas características, la película de Malú Anavitarte cabe cómodamente aquí, como lógica del cine que más me interesa pero que cada vez veo menos, porque no hay tiempo para eso en Miami ni en la vida diaria multitudinaria.

    Todo es austero en Anthropoplastic, menos aquello que anida en el interior de su único personaje: una mujer joven. Lo femenino como recipiente y como sustancia. Lo femenino como lógica y como sentido contrario: abraxas. Lo femenino como silencio y como buscador de Google. La mujer lo contiene y lo sostiene todo. La mujer lo digiere y lo procesa todo. La mujer lo atrae y lo expulsa todo. Anavitarte de la mujer, agonía del aforismo, austeridad del axioma. Mala mujer Malú que relata el problema y también la solución: ocho minutos. La solución es echarse.

    Un lenguaje de playa tiene que tener, como mínimo, residuos. Yo que he trabajado ahí, en el corazón de Miami Beach, soy testigo de lo trash, no como marginalidad sino como desecho. Un lenguaje de Miami tiene que tener, como mínimo, playa. Pero lo residual, lo desechable, lo típico playero en Anthropoplastic no es ni siquiera sensitivo o magnético, turístico o naturalista. Lo residual pertenece a una región física tanto como a una región espiritual. Lo accidental, menstrual, residual, pertenece al alma. Cero sangre, cien por ciento plástico. Pero hembra, como el alma. Plástico hembra. Contagioso hembra.

    Fotograma de Anthropoplastic
    Fotograma de Anthropoplastic

    Hablando de alma, el fantasma de Aristóteles se quedó sobre mí y a mi alrededor durante toda la noche que siguió al evento de haber visto semejante espectáculo, la humildad de un tesoro visual concreto, pequeñito, material: ¿Cuál de ellos es, entonces, el físico? ¿El que habla acerca de la materia ignorando la definición o el que habla solamente de la definición? ¿Más bien el que lo hace a partir de lo uno y lo otro? ¿Qué pasa, pues, con cada uno de aquellos? Que no hay nadie que se ocupe de las afecciones que son inseparables de la materia, abstrayéndolas de ésta: es más bien el físico quien se ocupa de todas aquellas afecciones y acciones que corresponden a tal tipo de cuerpo y a tal tipo de materia.

    El alma de Malú Anavitarte adquiere un parecido al pensamiento, se aflige. Llora en el mar pero no se nota. Para que se note debe hacerlo en una superficie geográfica sólida como por ejemplo un cuarto propio en un building a dos bloques de la orilla de la playa. Todavía no se nota.  Para que se note debe hacerlo a través de un personaje de ficción que a su vez será interpretado por otra mujer hermosa, achinada, llamada Sonia Royal.

    Aunque Sonia Royal tiene su propia alma y se le nota, tiene su propia aflicción y se le nota, tiene una vagina y una menstruación propias y se le nota, tiene una bolsa de nylon, uterina y se le nota, tiene un mar. Le vendieron el alma a la naturaleza. Le vendieron el alma al diablo.

    Me gusta la idea: sustituye la palabra hembra por la palabra vagina y lee este comentario como si fuera una noticia falsa acerca del dengue o del coronavirus o de cualquier mal de amores.

    Miami, 21 de febrero de 2020, antes de la cuarentena: conocí sin saberlo a Malú Anavitarte. Lugar: Oficina en Miami del Centro de Inmigración y Ciudadanía de los Estados Unidos. Malú Anavitarte se había convertido en ciudadana americana cinco minutos antes de que me la presentaran a la salida del salón de ceremonia. No la miré, no me fijé en ella más que lo necesario para hacer recíproco un saludo amable pero frío, de recepción.

    Situar la lectura de Anthropoplastic en el centro de una cuarentena histórica por el azote mundial de un virus llamado Covid-19 ofrece un efecto extra que, ya sea por exceso o por defecto, se añade a una experiencia desconocida del miedo, empezando a formar parte de ese miedo enfermizo al contagio. Grito mudo, desesperanza, pesimismo. Pero, al fin y al cabo, pesimismo hembra.

    Sin embargo, nada más lejano del pesimismo que esta película neorrealista hecha frente a la playa de Miami Beach (retórica). Huele: hay sol; hay gotas de sal sobre la piel de los brazos y las piernas y la barriga y la cara; hay sargazos; hay olas que desencadenan el tropel de las orillas; hay peces, probablemente, a lo lejos; hay un cuerpo flagrante, robusto, bello, moviéndose suavemente en el agua; hay belleza y tranquilidad; hay plancton, probablemente, a lo lejos; hay pensamiento en reposo; hay reposo; hay tecnología; hay oscuridad.

    La ficción, contada como un documental, no solo habla de eso que habla, que yo no deseo nombrar, sino que proyecta y profundiza en una poética de Miami que me define a mí como residente permanente y que Malú filmó siendo eso, una mujer con residencia permanente en vísperas de la ciudadanía. Lo extranjero, lo ajeno, lo ambivalente que una mujer, en realidad, es.

    Cero ingenuidad en la construcción sencillísima del relato, en la construcción invaluable del silencio. La directora de Anthropoplastic estudió Filología en La Habana y sabe, mejor que yo, lo que el lenguaje (o su omisión) significa. De hecho, fue ella quien escribió el guion, antes de dirigirlo. Ella igual, quien lo editó, after the making. Recuerdo las clases de tercer grado donde Alicia Flores, mi maestra guía de Lengua Española, nos enseñó por primera vez a escribir composiciones. Los párrafos debían sucederse más precisos que ordenados. En esa precisión, no en el orden, estaba el quid del asunto. Lo que comento es una clase exquisita de precisión.

    Fotograma de Anthropoplastic
    Fotograma de Anthropoplastic

    Luego leo que en entrevista para NoBudge, Malú Anavitarte cuenta lo difícil (y excitante) que puede ser dirigir y editar al mismo tiempo, como parte del proceso creativo que más disfruta: Fue un desafío para mí porque tuve que separarme de algunas escenas que no funcionaban en la película, como sucede a menudo en el cine. Estaba enamorada de muchas imágenes que finalmente no pude usar. Una escena climática en particular donde Sonia (la actriz) estaba envuelta completamente en plástico, con redes de pescar sobre ella y aún más plástico en la casa.  Fue la escena más difícil de filmar porque eran las 5:00 de la mañana, no teníamos una carretilla, Sonia apenas podía respirar y todos los miembros del equipo estaban muy cansados. Así que me entristeció mucho eliminar eso de la película. Pero la edición siempre es mi parte favorita, deja mucho espacio para ser creativo y volver a contar la historia e incluso si es duro deshacerse de un par de escenas, siempre lo hace mejor.  En este caso, de alguna manera, hizo que la película fuera más silenciosa, más simple y más impactante.

    Hablando de silencio, los fantasmas de Luis Buñuel y de Carlos Reygadas se quedaron sobre mí y a mi alrededor durante toda la noche que siguió al evento de haber visto semejante espectáculo. Martha Luisa Hernández Cadenas me susurró en un chat que la visualidad de los fotogramas que yo había compartido eran muy atractivos. Lo eran, por supuesto. La película atrae desde el primer segundo gracias también a eso, a una fotografía perfecta, endemoniadamente atractiva. Vi la película dos veces seguidas por el solo hecho de hacerle screenshots a cada instante. Me puse muy mal.

    Se me ocurrió pensar en un tipo de cine que no conozco, al que no he tenido acceso y del cual soy ignorante, un cine que no puedo explicar con procedimientos comunes a la explicación común, un cine sin palabras. Un cine con laptop y memoria RAM. Propensión al autoconocimiento (no a la autoayuda) y a la bebida energética Monster hecha con extracto de testículo de toro (toro hembra) un día de sol cualquiera en Miami Beach, un día de asueto cualquiera.

    Mi maestra de tercer grado me enseñó, además, que no se debe terminar por el principio, pero yo no lo aprehendí:

    Malú Anavitarte (La Habana, 1990):

    Editora y realizadora audiovisual cubana que reside en Miami, FL. Cursó estudios de Filología en la Universidad de La Habana y formó parte del Fellowship 2019 impartido por la organización de cine independiente Borscht Corp. Sus trabajos de video arte han sido proyectados en la Cinemateca de Miami Beach (ahora O Cinema) y la Galería Bonnier. Anthropoplastic es su primer cortometraje de ficción.

    Nota: Realmente su formación en el cine ha sido autodidacta.

    *El corto iba a participar en la Muestra Joven de La Habana, pero fue retirado (un poco tarde) por la censura de Sueños al pairo.

    *Todo el plástico usado por la dirección de arte salió de sus propios desechos y de sus amigos cercanos. También recolectaron plástico haciendo algunas limpiezas en Miami Beach. Luego llevó todo eso para su casa y lo almacenó en bolsas durante meses hasta que encontró el mejor modo de reciclar al menos una parte.

    Crew:

    Guion, Dirección y Edición – Malú Anavitarte

    Actriz – Sonia Royal

    Dirección de Fotografía – Christopher Campa

    Producción, Sonido, Asistente de Dirección – Joel Lara

    Grip – Anthony DeCario

    Colorista – Abel Rodríguez Nieto

    Dirección de Arte – Josh Byrnes, Malú Anavitarte

    Asistentes de Producción – Kiele Alessandra Cabrera, Maitee Gómez

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    1 COMENTARIO

    1. Uno lee los textos de esta muchacha Legna «con previo fervor» como diría Borges. Es un privilegio poder leer lo que escribe. Cada vez con una tensión nueva y cada vez mejor.

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